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Jugar es cosa seria – Pediatría

Jugar es Cosa Seria

Los adultos, siempre ocupados, jugamos para distraernos, relajarnos, descansar de la preocupación cotidiana. Para el niño en cambio, el juego es la esencia de su vida, su expresión natural. El niño juega para conocerse y conocer el mundo. En este preciso instante, un bebé que está esperando nacer, succiona con energía el dedo pulgar de su mano y disfruta la intimidad de su vida intrauterina. Es el mismo que en poco tiempo jugará con el pecho de su madre, su mirada, su voz, estableciendo un vínculo que a modo de cordón intangible lo unirá estrechamente a esta otra vida. Más tarde lo hará con su propia mano, el sonajero y esos sonidos tan interesantes que él
mismo es capaz de emitir. Con el tiempo, tomará objetos y los dejará caer, divertido, viendo cómo los adultos lo regresan una y otra vez. Amasará su papilla, pronunciará sus primeras palabras, logrará pararse y mirar el mundo desde otra perspectiva, explorándolo, transformándolo, haciéndolo suyo con todos sus sentidos. Unos pocos meses más y pateará una pelota, apilará cacerolas, abrazará a su muñeco, lo alimentará y peinará,
imitando ese “juego” que jugamos los adultos.
En el permanente intento de dominar su cuerpo, que fue su primer juguete, controlará sus esfínteres y buscará con sus berrinches, que de cualquier modo, el mundo se ajuste a sus deseos, comprobando poco a poco que no siempre será posible. Ya más seguro de sí mismo, disfrutará de la compañía de sus pares para jugar primero entre ellos y luego con ellos. Ha llegado el jardín y con él, el acceso a un sistema de aprendizajes progresivamente más y más formal que lo ubicará en una carretera interminable.
El niño actual ingresa precozmente a la institución escolar, que en nombre de los acelerados progresos científico-técnicos, lo proveerá de casi todas las herramientas para enfrentar el tremendo desafío de su vida adulta. La familia actual, acosada por múltiples dificultades y sometida a inesperados cambios de estructura y función de sus integrantes, intenta dar su mejor respuesta: el colegio más completo, doble escolaridad, idiomas,
computación, talleres, clases diversas, en un sacrificado intento por no dejar a sus hijos en una situación de vulnerabilidad socio económica futura. Los niños están tan ocupados…!!
Por otra parte, asistimos al bombardeo permanente de las “industrias de la infancia”, con sus propuestas que muchas veces “adultizan” al niño e “infantilizan” al adulto. Vemos, pues, un creciente borramiento de las diferencias (vestimentas, comidas, horarios, espectáculos, televisión, vídeojuegos) que menoscaban la autoridad del adulto, entendiendo a ésta como responsabilidad y no como autoritarismo, y que colocan al niño en una situación de verdadera desprotección.
Si aceptamos que nuestra relación con ellos es asimétrica, dado que nosotros somos los responsables y ellos, quienes nos necesitan, ¿qué podríamos ofrecerles a cambio?
La defensa de los derechos del niño no sólo debe proclamarse en los foros internacionales sino respetarse en el devenir diario. La Educación en su concepto más global, no es la mera aposición de informaciones y
destrezas. La Educación, según la UNESCO, son todos los aprendizajes a lo largo de la vida. El juego educativo es una excelente herramienta de aprendizaje, pero no es el único tipo de juego necesario. Un niño juega porque lo necesita. Es a través del juego donde aprende a conocer su cuerpo, sus funciones, a orientarse en el tiempo y el espacio, a entender los códigos de su cultura, a manipular, construir, procesar emociones. Mientras juega, organiza sus estructuras neurológicas, construye y madura su aparato psíquico y ejercita su inteligencia. El niño escapa de la realidad jugando, para poder entenderla. Todo este aprendizaje se produce en el plano de lo inconsciente. El ni se entera, sólo disfruta su alegría.
Muchas veces, la sobrecarga horaria de la educación formal con sus actividades regladas y sistematizadas, conspira con el tiempo libre. Ese es su tiempo, el de la infancia. Tiempo libre. Para elegir con qué quiere divertirse, para crear, para soñar despierto, para jugar con su amigo imaginario, para elaborar las situaciones que lo angustian, para liberar energía, para recuperarla, para relajarse de sus ocupaciones obligatorias, para curiosearse así mismo y comprenderse.
A menudo, estar “paveando” es algo muy constructivo. No es necesario que el juego sea siempre “didáctico”. ¿Qué podríamos hacer?
Ayudarlos a iniciar un juego y dejarlos jugar. Deleitarnos viéndolos, sin intervenir siempre. Estar con ellos, procurarles espacios territoriales, cronológicos y emocionales para que entren a su maravilloso mundo. Respetar la naturaleza íntima de esos momentos es darles alas a su mente. Podríamos, entonces, dejar de “mantenerlos ocupados”, ya que tienen algo muy serio que hacer.

Dra. Liliana Ortega

Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento (IADT)

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